Como escribió mi amigo y compañero Héctor G. Barnés en su Trinchera Cultural este fin de semana: “Así que no lo dejen pasar más tiempo y no procrastinen con sus crisis vitales. Sus allegados, su familia y usted mismo se lo agradecerán”. Yo, como no podía ser de otra manera, le he hecho caso y, a tres años de cumplir 30, ya la estoy sufriendo por el futuro cambio de década.
Desde que cumplí los 25, vivo cada cumpleaños como una cuenta atrás, supongo que esto forma parte de mi incapacidad de “fluir” y vivir el día a día sin pensar en el futuro. Este año, concretamente hoy, soplo 27 velas, lo que me sitúa mucho más cerca de los 30 que de los 20. Aunque, siendo sincera, esto no debería ser extraño ni incómodo para mí, ya que me llevo sintiendo una treintañera desde que salió la primera temporada de la serie Valeria allá por 2020.
El último año ha supuesto un antes y un después en mi vida. Nunca antes había sentido un cambio tan radical en las conversaciones que mantengo con mis amigos. Algunos de ellos ya se han comprado un piso, otros han decidido dar un cambio radical a sus vidas mudándose de la ciudad que les vio convertirse en adultos, incluso hay quienes ya se han dado cuenta de que no quieren trabajar de lo que estudiaron y han empezado a formarse en otra disciplina. ¿Y yo?
Cuando tenía 15 años pensaba mucho sobre cómo sería mi vida cuando tuviese 30. Al nacer y crecer en un pueblo donde lo más común es a esa edad tener hijos y un piso en propiedad, no podía visualizarme de una forma distinta a esa. Ahora, al vivir en Madrid, mi perspectiva vital ha cambiado y no sé si me convence.
Si siguiera los planes de mi yo quinceañera, tendría que estar ya firmando la hipoteca, no dejándome casi la mitad de mi sueldo en pagar el alquiler. Estaría ya pensando en dejarme las pastillas anticonceptivas para tener mi primer hijo (no el único) y planeando mi boda. Sin embargo, me encuentro bastante lejos de hacer realidad todo eso.
Lo que no sabía (ni podía imaginarse la Nuria de 15 años) es que a los 27 habría cumplido su sueño de trabajar en un periódico nacional (El Confidencial), también en uno de los grupos de comunicación más importantes de España (Mediaset), viviría en Madrid, conservaría a sus amigos de la adolescencia, conocería a gente increíble en la capital, se enamoraría de un madrileño…
Lo que he aprendido de Carmen Lomana
Carmen Lomana nació en 1948, nos llevamos 50 años. Por todo lo que ha vivido, sé a ciencia cierta que podría aprender muchas cosas de ella si me tomara un café con ella. No obstante, como eso no va a suceder, lo más cerca que puedo estar de llevar a cabo ese plan es escucharla en A Solas, el pódcast de Vicky Martín Berrocal.
Al igual que hay metas que se supone que debes haber cruzado al cumplir una determinada edad: la de comprarte una casa, tener hijos o casarte… también aparecer “prohibiciones” conforme vas cumpliendo años. Pues bien, son estas prohibiciones las que Lomana se atreve a desafiar: “Por favor, os pido a las mujeres que jamás digáis esto a mi edad no lo puedo hacer”, declara la colaboradora de televisión.
Que el dinero ayuda, está claro. Casi tanto como su mensaje. Aunque sí que hay experiencias en las que el tiempo aprieta más (como en el hecho de ser madre), la empresaria transmite tranquilidad con sus palabras…
Por la salud
Quiero hacer tantas cosas antes de cumplir 30 años que he soplado las velas pidiendo salud. Si algo he aprendido en mis 26 es que no hay nada más importante que la salud. Si esta te falta, la vida se para y yo quiero que la mía siga rodando mucho tiempo más.
Las fechas señaladas, como lo es para mí el 22 de abril, son una buena excusa para “hacer balance de lo bueno y malo”. Pararse, pensar, reflexionar sobre si estamos felices con la vida que llevamos, qué queremos/podemos cambiar… Y, siendo sinceros, poco más podría pedir a nivel personal. Esto no quiere decir que no se me ocurra una lista gigantesca de cosas que cambiaría en el mundo…
Así que, para no ser demasiado ambiciosa, a nivel global, como un niño de 5 años que escribe su carta a los Reyes Magos de Oriente, solo pido paz.