Casi evoluciono a cuñado
Los días de Navidad son maravillosos, a no ser que estés enfermo, lejos de tus seres queridos, no seas respetado por tu familia (por tu orientación sexual, identidad de género, ideología...), etc.
Me encanta la performance que existe alrededor de la Navidad y es por eso que este año, al no poder participar de ella, he estado a punto de convertirme en el cuñado más gruñón jamás sentado alrededor de una mesa en estas fiestas.
Adoro como todos nos hemos puesto de acuerdo, a lo largo de los años, en que en estas fechas tenemos que escribir a personas con las que jamás en nuestro día a día hablamos para desearles que sean felices, que el año que viene sea para ellos mejor que el anterior (sin saber si la nota que le ponen al que dejan atrás es un 0 o un 10); amo ver que, aunque sea por una (o dos) noche todos nos vestimos como jamás lo haríamos para cualquier otra cena, compramos productos frescos en la pescadería que en realidad no nos podemos permitir o brindamos con familiares con los que llevamos meses sin hablar.
Supongo que por no haber podido participar este año de ese ritual, he estado a nada de convertirme en un cuñado insoportable, menos mal que lo he conseguido esquivar.
Cuando vi la primera noticia sobre los reencuentros entre amigos y familiares en aeropuertos quise apagar la televisión. Al final, la Navidad no ha estado tan mal, tampoco el 2024.
Lo que sí que he podido hacer este año, otro cliché navideño, ha sido el balance del año que se va y qué gusto pararse a pensar de vez en cuando. La vida, los meses, las semanas, los días… pasan casi sin darnos cuenta y es por eso que está bien encontrar una excusa perfecta para parar. Se acaba el año, hay que cambiar el calendario y la agenda, preparar un post de Instagram sobre cómo ha sido y así, a base de excusas, decidir qué ha estado bien y qué cambiarías. Aunque sea a base de mirar las fotos de la galería del móvil.
Así, de primeras, yo te diría que mi 2024 ha sido una mierda, pero no es verdad. Aun habiendo vivido los peores días de mi vida, ha terminado mucho mejor de lo que hace seis meses esperaba y, por ello, el balance es positivo. Pero bueno, a lo que iba, que pararse a pensar sobre uno mismo de vez en cuando no está nada mal y lo que mejor me funciona a mí para ello es salir a pasear sin cascos, intentando no mirar el móvil e innovar con el recorrido. El inicio de año es una buena excusa para ponerse nuevos objetivos y parar, aunque sea caminando, puede ser uno de ellos. Yo lo dejo por aquí, por si cuela…
¿Otra cosa positiva que ha pesado en mi mente hasta el punto de no haber sido capaz de convertirme en el grinch? Que si algo tiene bueno la Navidad es que el año se termina con ella, así que hay otra oportunidad para empezar de cero si 2024 tampoco ha sido que digamos el mejor año de tu vida.
Todo se pone a cero y, aunque en realidad todo siga igual y esto no vaya a ser de repente algo catártico, podemos permitirnos fantasear con ello. Yo ya me estoy autoconvenciendo de que el 2025 va a ser el año de mi vida, aunque predecir el futuro en estos momentos me cueste más que nunca. Vamos a jugar a autoengañarnos si total, si nos pegamos una hostia dolerá igual; eso de que si vas preparando el terreno duele menos a mí nunca me ha funcionado.
Cosas que he odiado en 2024
Las paradas cardiacas.
Los pódcast de criptobros.
El Rodilla.
Que las entradas para cualquier concierto haya que comprarlas con un año de antelación.
El brócoli.
Cosas que me han gustado en 2024
La sanidad pública.
Wallapop y Too good to go.
El brunch del Café Parque.
Los rollitos de canela del Maceta Café.
El polideportivo de mi barrio.
Vivir a 50 metros de un cine.
Yo a este año, le pido rutina. Quizá me arrepienta, porque como ha escrito Manuel Vicent en su columna de El País (muchísimo más sabio que yo): “Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles (…) de modo que la rutina no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño”.
Pero cuando los últimos sobresaltos no han sido felices y has estado meses sin poner el móvil en silencio esperando recibir la llamada de que hay un donante y, por tanto, un corazón para tu novio que lleva tres meses en el hospital; lo único que puedes desear es tranquilidad.
Volvemos a la idea de parar, no sé si para coger impulso, pero parar. Yo he parado, estoy aprendiendo a decir que no y, al menos por ahora, tampoco se está tan mal.
Creo que no me dejo nada, ¡bueno, espera! Se me olvidaba, que es 1 de enero, probablemente hayas pensado en escribir a ese “amigo” con el que llevas meses sin hablar, si no lo haces hoy, seguramente no lo harás en todo 2025. Forma parte de la performance de la Navidad y de la vida, hazlo, es divertido, ¿no? Si lo piensas, estamos constantemente de manera colectiva tomando decisiones que no dependen de nosotros, arrastrados por la presión social y esta es solo una más que no tiene mayor importancia. Hazlo, probablemente haya movimientos o actos mucho más importantes que replantearse que este.
¡Feliz 2025! Ojalá que lo sea.
(Si estás de vacaciones y te aburres te recomiendo):
Casa en llamas (película).
Querer (miniserie).
Los nombres propios, Marta Jiménez Serrano (libro).
Saldremos mejores (pódcast).
Mi turra histórica cada 15 días (https://nuriaibez.substack.com).