Como a Amaia, me da miedo la muerte y me obsesiona vivir
No entender qué pasa cuando te mueres, ni saber cuándo va a suceder me acojona. Mi novio ha estado como unos 15 minutos ¿muerto? y ni siquiera él ha podido responder a mis preguntas, ¡qué faena!


Estas dos frases que pronuncia Ingrid (Julianne Moore) en ‘La habitación de al lado’ resumen a la perfección lo que yo siento con respecto a la muerta y, aunque ahora voy a dar 20.000 vueltas en el texto sobre este tema, si has entendido lo que ella dice, nada de lo que vayas a leer ahora te va a resultar muy revelador.
El personaje de Ingrid le tiene un miedo atroz a la muerte en la última película de Almodóvar y tiene que convivir con ella bien de cerca porque su amiga está a punto de morir a causa de una enfermedad terminal. Creo que este es uno de los personajes con los que más me he podido identificar en los últimos meses, aunque en mi vida -afortunadamente- experimenté un cambio de guion bastante repentino, a la par que increíble y maravilloso (y todo lo bueno que pueda caber en la mente humana).
Como a Ingrid y como a Amaia, a mí la muerte me horroriza. La cantante contó en una entrevista, a propósito de su último disco ‘Si abro los ojos no es real’, que la muerte es un tema que siempre tiene en mente porque le da mucha curiosidad y mucho miedo. También porque es algo que está muy presente en todos y es “lo único seguro del mundo que hay”.
A mí la muerte me da mucho más miedo que curiosidad, aunque creo que de parte de ese miedo tiene la culpa tanto lo imprevisible que es como el desconocimiento que la rodea. Ni siquiera mi novio que ha estado durante más de 15 minutos técnicamente muerto (sufrió dos paradas cardiorrespiratorias seguidas hace unos meses y más tarde le trasplantaron el corazón) me ha podido contar nada sobre ella. No se acuerda de esos minutos que su cuerpo estuvo completamente inerte y qué jodienda, esa experiencia solamente me ha servido para temerle todavía más.
Empecé a pensar en la muerte con el fallecimiento de mi abuelo Matías, pero tenía 18 años y tampoco le di entonces muchas vueltas. Se muere gente todo el rato alrededor del mundo, de nosotros, pero, al igual que le sucedió a Amaia, la muerte de mis abuelos me han hecho reflexionar más sobre ella que la de cualquier otro ser humano; y la putada que es morirse.
Hay mucha gente que dice que vivir para siempre les parecería aburrido, que la vida se tiene que terminar en algún momento para que tenga sentido y no estoy de acuerdo. Para mí vivir es tan divertido y emocionante (también en los momentos malos) que creo que podría hacerlo durante miles de años sin cansarme. Eso sí, también sin envejecer, porque vaya otro melón lo de ver cómo van apareciendo limitaciones en tu vida a causa de tu edad (pero ese tema lo dejamos para otro día).
No puedo seguir hablando de mi relación con la muerte sin mencionar ‘La ridícula idea de no volver a verte’ de Rosa Montero. Un libro con el que lloré noches y noches, y que una vez más me puso en mi sitio con algo que me aterra todavía más que la muerte propia: la de la gente a la que quiero. Como dice también Amaia en una de las canciones de su último disco, ‘Tengo un pensamiento’: “Ahora que te tengo, sé lo que es el miedo, pensando que algún día acabará todo este nuevo mundo que me das”.
Vemos muerte y destrucción constantemente en las noticias (en los últimos meses todavía más, por desgracia), pero lo que me ha hecho volver a tener esta desgracia tan presente, hasta el punto de dedicar este post a ella ha sido el disco de Amaia y sus entrevistas; que me han hecho pensar en lo cerca que he estado durante semanas de personas que han tenido que enfrentarse a ella, a la propia y a la de sus seres queridos.
Este año he pasado más tiempo del que me habría gustado (a mí y a cualquiera) en el hospital. En total, cuatro meses, y lo he hecho visitando algunas de las estancias más espeluznantes del Ramón y Cajal y La Paz, las UCIs. No he sido yo quien ha estado ingresada, sino mi novio; pero sí que he sido yo quien ha conversado sobre la enfermedad y la muerte con familiares y amigos de personas que estaban tan cagados como mi familia, mis amigos y yo. Los hospitales son lugares horribles, repletos de desesperación y tristeza; pero en ellos despiertan temas de conversación muy interesantes como la conciliación familiar, lo complicado que es cuidar cuando no tienes una red de apoyo sólida que te sostenga a ti como cuidador o el derecho a tener una muerte digna.
Sobre este tema, morir con dignidad, hablan Inés Hernand, Nerea Pérez de las Heras y Maruja Torres en un capítulo del pódcast ‘Saldremos Mejores’, donde esta última dice: “Hay una edad en la que ya no puedes pensar en otra cosa, piensas en otras cosas, pero esa (la muerte) está presente. Cuando eres joven, y afortunadamente, no tienes por qué pensar en la muerte, te va llegando con la muerte de los demás, te vas acostumbrando”. No seré yo quien contradiga a Maruja Torres, así que supongo que simplemente ya no soy tan joven porque sí que pienso en la muerte, y mucho; quizá porque pienso en el futuro más de lo que debería, a pesar de que la vida me ha demostrado que puede cambiar radicalmente de un día para otro. Debería haber salido con esta lección aprendida por la puerta de La Paz después de todo lo que he vivido este verano, pero el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, o eso dicen (no sé quién lo dice, pero alguien lo dirá).
Maruja Torres tiene claro que ella quiere morir como ha vivido toda su vida, con dignidad, y ni ella ni nadie merece otra cosa.
Si algo me da todavía más miedo que la muerte propia, como ya he mencionado, es la muerte de alguien a quien quiera mucho; pero todavía me aterra más la no despedida. Mira que no soy de callarme las cosas, todo lo contrario, quizá a veces hable de más. Aun así, hay conversaciones que considero que ganan mucho valor al ser mantenidas en el lecho de muerte. No poderte despedir, cuando la despedida es para siempre, de las personas que quieres… qué horror.
Todo este pensamiento sobre la muerte me lleva a una última reflexión: el deseo de vivir. Si me atormenta tanto la muerte es, entre otros motivos, porque tengo muchas ganas de vivir y al tener tantas ganas de hacerlo, de vez en cuando me asalta una duda: ¿Estás aprovechando la vida? ¿Hay algo que quieres hacer y estás dejando de hacerlo porque no sabes que quieres hacerlo y en vez de hacerlo te estás leyendo este libro que te divierte, pero no te aporta nada; y quizá sería mejor que leyeras esto otro porque x? Joder, qué presión con vivir, ¿no? ¿Qué es vivir? Vivir es estar vivo, tener vida, y se está tan vivo viajando a Tailandia como escribiendo este post en el escritorio de mi casa mientras me tomo mi té favorito.
¿Después de escribir todo este desahogo le seguiré teniendo miedo a morirme? Sí. ¿Alguien vendrá del más allá para darme las respuestas que necesito sobre la muerte? No. Mi novio ya lo ha intentado y no funciona, cuando vuelves no te acuerdas de nada. No lo probéis vosotros, que no hace falta.
Cosas que os recomiendo:
Evidentemente, creo que ha quedado claro, ‘Si abro los ojos no es real’.
El banana bread casero siguiendo esta receta de TikTok.
Los productos para pelo rizado de Freshly Cosmetics.
El café Parque.
Uf! La muerte, tema inherente a la vida. Una cosa va unida a la otra irremediablemente.
Inevitable pensar en ello cuando se acerca a través de alguien conocido, y es muy turbador cuando nos roza con alguien de nuestro entorno más cercano.
Pero como bien dices es lo único seguro que nos va a pasar en esta vida y por lo tanto, como es totalmente inevitable, hay que pensar en ella lo justo, e intentar vivir cada día casi como si fuera el penúltimo.