No puedo enamorarme, tengo que trabajar
Capitalismo, egoísmo, falsas promesas, ingenuidad, ciudades...
“Llevo un mes quedando con él y ahora me ha dicho que se ha dado cuenta de que conocerme, nuestras quedadas, le quitan demasiado tiempo. Que desde que estamos ‘juntos’ rinde menos en el trabajo porque no se conecta los sábados a adelantar tareas”, esto es algo que más de una amiga me ha contado sobre el chico que había empezado a conocer.
“Le falta tiempo también para ir al gimnasio tanto como le gustaría. Se ha dado cuenta de que esto no es lo que quería, de que prefiere tener más tiempo para sí mismo y así poder centrar todos sus esfuerzos en ser ‘la mejor versión de sí mismo’”, estas palabras también han salido de las bocas de mis amigas en alguna ocasión como si la mejor versión de uno mismo se construyese aislándose del resto de la sociedad y perdiendo de vista a un entorno que tiene tanto que ofrecernos.
Construir la que consideras la mejor versión de uno mismo y no compartirla es triste, pero lo es todavía más renunciar a algo tan magnífico como el amor por buscar el ‘crecimiento personal’ cuando pocas cosas te hacen crecer más que compartir la vida con otra persona. Esto te ayuda a ser más empático, a conocer más tu faceta cuidadora y te enseña nuevos mundos hasta entonces, quizás, desconocidos para ti.
De verdad, hay pocas cosas que te hagan crecer más que escuchar a otras personas; sobre todo cuando estas viven realidades diferentes a la tuya, y no necesariamente peores. También se aprende mucho de quien ha tenido un vida menos complicada, de quien está más cómodo en su trabajo o de quien es más exitoso ligando. Si te enamoras, escuchar durante horas a la persona que quieres te va a hacer mejor, mejor como persona, pero también en tu curro. Y si no es así, huye, porque el amor, al igual que una serie de sentadillas, también se termina.
Toda esta moda del culto al cuerpo, cuando se practica en soledad y luego eres incapaz de compartir tiempo con los tuyos porque lo sigues cultivando allá donde vayas… nos vuelve más egoístas. Y estamos en un momento en el que este ‘cultivo’ es moda.
Como en tantas otras cosas, la virtud se encuentra en el término medio. Individualizar tanto nuestras vidas nos vuelve más egoístas, en un momento en el que la Unión Europea está hablando de unir fuerzas para el rearme ante la desprotección de Estados Unidos; somos más fuertes cuando actuamos colectivamente y de esta manera deberíamos vivir nuestro día a día.
Panza, mileurista…
Por trabajar más, por echar horas extras que no son pagadas, por pasar horas y horas en el gimnasio, por dejar de salir a cenar para no engordar… no vas a ser más feliz. Y yo no sé para qué hemos venido a este mundo si no es para ser felices.
Con esto no quiero decir que haya que evadir responsabilidades laborales o que haya que dejar de hacer deporte. Lo que pretendo es insistir en, como en muchos de mis textos, la importancia de relativizarlo todo. También en que la vida cuando se comparte es mucho más divertida y que para ello tienes que disponer de un tiempo libre que en grandes ciudades como Madrid muchas veces es complicado de encontrar.
La vida de barrio, la vida mejor
Si no tienes tiempo, si tu jefe te explota, vive tu barrio. Sal de casa y practica actividades en grupo, porque no podemos olvidar que la vida acompañados es más divertida y que de manera colectiva se pueden conseguir cosas mucho más grandes que un crecimiento personal vacío.
Eso sí, para poder ‘vivir nuestro barrio’, tienen que quedar barrios con estructuras sociales, con pisos donde los alquileres sean de larga duración. Barrios en los que los vecinos no cambien cada fin de semana porque estén plagados de pisos turísticos. Barrios en los que poder compartir tu vida con personas de diferentes clases sociales y de todas las edades. Para reivindicar que estos barrios sean accesibles para todos se manifestaron millones de personas de más de 40 localidades españolas este sábado 5 de abril. Porque para poder vivir de manera colectiva tenemos que tener un techo bajo el cual hacerlo.
Precisamente para construir comunidad y dejar de tener vidas tan individualizadas es necesario habitar un mismo lugar durante años. Que tu casero no te eche del piso cuando considere (a los 5 años) que ha llegado el momento de subir el alquiler.
Por menos gurús con vidas centradas únicamente en el fitness y más vecinas que se ofrecen a echarte una mano cuando más lo necesitas.